Pensar rápido, pensar despacio
Conforme avanzaba mis estudios en Economía, en especial durante 2020, me entraron más y más dudas si realmente era esto lo que quería aprender. La verdad es que siempre me he llevado mejor con las letras que con los números. Es por ello que al batallar con las mates, estadísticas y micros, de naturaleza abstracta y que requirieron una gran inversión de mi tiempo disponible para entenderlas. Sentí la necesidad de complementar mi aprendizaje con otros temas relacionados, más sencillos de reconocer en la realidad, a través de la lectura.
Y ya que estamos hablando de que escogí estudiar Economía, quiero mencionar que de antemano sabía que estudiaría alguna Ciencia Social. Debido al interés en la evolución de la sociedad humana (y su natural inclinación a plantear hipótesis y a incentivar el cambio), pero también por su búsqueda de explicaciones sobre el comportamiento y las decisiones de los individuos y colectivos.
Aunque los incentivos y las maximizaciones de bienestar los hemos visto n veces en las micro, estas explicaciones nunca llegaron a llenar mi curiosidad, especialmente por ese pequeño gran supuesto de que las personas actuamos racionalmente. ¡Si se ve tantas veces que nos dejamos llevar por sesgos, simplificaciones y otros factores tan extraños que hasta parecen aleatorios! Es así que llegué a interesarme por la economía del comportamiento y a comenzar a investigar sobre esta por leer Pensar rápido, pensar despacio.
En la obra de Kahneman se nos presenta a dos personajes (metafóricamente hablando, claro): Sistema 1 y Sistema 2. Ellos representan los opuestos de los modos de pensamiento existentes en la mente de las personas.
¿Modos de pensamiento? ¿A qué se refiere el autor con eso?
Se refiere a las formas que tiene la mente para interpretar la realidad y a actuar en respuesta a ella. Sobre el Sistema 1, quien es el “protagonista” de la obra, se puede decir que representa el estado de los seres humanos en piloto automático. Es decir, desarrolla actividades y responde ante situaciones de forma involuntaria: ejemplos de ello se observa en actividades físicas como respirar o masticar, pero también a la hora de responder ante cuestiones sencillas como cuánto es 2+2 o detectar la hostilidad en la voz de una persona.
Por otro lado, cuando pensamos en nosotros mismos, nos solemos identificar con el Sistema 2. Este tiene creencias y hace elecciones más complejas mediante un proceso más lento y organizado que el del veloz Sistema 1, que no requiere atención para actuar. Ejemplos de lo que hace el Sistema 2 los vemos cuando memorizamos un número de celular nuevo o cuando estacionamos el carro en un espacio estrecho.
La interacción entre los dos sistemas es uno de los temas centrales de Pensar rápido, pensar despacio. Como mencioné, ambos representan los polos opuestos en la forma de interpretar el mundo de la mente. Sin embargo, como en casi todo, existe una escala de grises; en las que Sistema 1, experto en aceptar atajos mentales, simplificaciones, intuiciones y sensaciones hace sugerencias al Sistema 2, que en la mayoría de casos terminan siendo aceptadas en algún grado. Y ojo, en muchos casos la decisión de aceptarlos termina siendo la correcta. Aunque, no son pocos los casos en los que no lo es.
¿Hasta qué punto interpretamos la realidad y decidimos racionalmente?