La Naranja Mecánica
En primer lugar, antes de comenzar a contar un poco sobre la impresión que tuve al leer este libro y mi apreciación, quisiera advertir que no es un libro para todo público. La sola mención de actos criminales puede causar cierta susceptibilidad, la cual es comprensible y más ante un público de estos tiempos.
Mentiría si dijera que nunca me llamó la atención entender el mal y sus orígenes, y sobre esta he tenido varias conjeturas, por ejemplo, se podría alegar a contexto determinado, a la propia naturaleza, un único evento de realización, o hasta, por qué no, ser poseído por alguna entidad o ser controlado por la parte más subconsciente que nos llevase a la locura. La verdad es que lo que consideramos malo no puede serlo sin tener algo bueno con que compararlo, y vivimos en una sociedad donde siempre se ha castigado ello hasta el punto donde se pierde el cuestionamiento. Si el ser humano fuera perfecto, no existiría el bien ni el mal.
Esta obra la comencé leyendo bajo los ojos de la ética y moral que seguro más de un lector de estas líneas siente que es una cualidad de él o ella, yo mismo me las atribuyo y mis redes más cercanas pueden dar cuenta de ello, así como las tuyas de ti querido amigo o amiga. Es así como en los primeros capítulos de este libro sentirás una aberración tremenda hacia el personaje principal, nuestro narrador Alex y su banda de drugos (“amigos”, parte del vocabulario Nadsat propio de la narrativa). Y permítaseme narrar esta reseña con ese estilo amical, pues así es justamente como Alex nos cuenta su historia de comienzo a fin.
Retomando, este grupo de amigos, cuya edad no pasa de 16 años, ejercen la ultra violencia, es decir, actos vandálicos por la sola diversión, robos donde más importante que el dinero es la forma en cómo se obtiene este, actos de violencia sexual, entre otros.
Al leer ese comienzo algo no cuadraba en el típico malandro que suele cometer este tipo de delitos, sino que eran adolescentes, y no cualquier grupo, en particular el protagonista y líder del grupo, quien dirigía casi todos los atracos, lo tenía todo: buena educación, inteligencia, padres que lo amaban, cultura (letrado y melómano de música clásica). Sin embargo, ahí estaba él rompiendo un primer estereotipo y reafirmando a través de los siguientes capítulos del libro que el mal era una elección respondiendo a la propia naturaleza del hombre, y que está claro que para una mejor convivencia se creó todo un marco legal, buscando siempre la paz y oprimiendo o queriendo no creer que nuestra naturaleza pueda elegir el mal.
Burgess también abarca el tema político en su libro. El estado no quiere ciudadanos problemáticos, ¿quién los quisiera no? Aquí entre nosotros, el respeto mutuo es lo que tiene que prevalecer, pero si para ello obligaríamos a alguien a suprimir todos sus actos de violencia haciendo que este sienta mucho dolor con solo pensarlo. ¿Estaría bien? Podría el estado tener el poder de romper el espíritu de un individuo por el bien mayor y saltarse todo un proceso natural de reforma y/o simplemente aislamiento de la sociedad “ideal”? Más de uno diría que sí, sin pensar que se estaría rompiendo el principal regalo al hombre, el libre albedrío. Nuestro protagonista, Alex, pasó por ello, pasó de ser una naranja creciendo orgánicamente a una naranja mecánica donde se pretendía controlarlo, adquiriendo toda la artificialidad que eso conlleva. Pero como todo antagonista, este estado autoritario no llegaría a ser un buen adversario.
“La bondad es algo que uno elige. Cuando un hombre no puede elegir, deja de ser hombre.”
Finalmente, si algo puedo rescatar de este libro a parte de la filosofía que puede o no haber según como se lea, es el desarrollo del personaje. Sé que, como yo, al principio Alex será muy odiado, pero créanme que gracias al talento de Burgess sentirán todo lo opuesto conforme lleguen al final. Cabe mencionar que las últimas versiones del libro traen un capítulo que fue sacado por la editorial y no tomado en cuenta en la famosa película. El mismo autor nos lo cuenta, él quería que hagamos las paces con Alex, tal vez no perdonarlo, pero entender que, así como el mal es elección, el bien también lo es. Alex en ese último capítulo pudo llegar a ello. Que tranquilidad que la mayoría de nosotros elegimos el “bien”, sin que nos obliguen a ello.