El Aleph
El Aleph, relato principal de la colección homónima de Jorge Luis Borges, fue publicado durante la primavera bonaerense de 1945 y los últimos días de la Segunda Guerra Mundial. Borges (personaje) narra su descubrimiento del universo condensado en una esfera tornasolada de aproximadamente dos centímetros de diámetro debajo del decimonono escalón de las escaleras del sótano de una inveterada casa de la calle Garay, que luego acaba demolida; o narra, simplemente, la revelación del Aleph.
Antes de continuar con la elaboración, es preciso saber que leer a Borges es como desentrañar las íntimas conjeturas de las matemáticas, tanto por su complejidad como por su belleza. En ese sentido, el Aleph es una ecuación, un arreglo armónico de signos lingüísticos que buscan en agregado su identidad con el todo, el infinito, esa duda del género humano por el absoluto. Entonces, ¿qué es o qué cosas son el Aleph? Borges señala que, para el lenguaje, es la primera letra del alfabeto hebreo; para las matemáticas, el símbolo de los números transfinitos; para la Cábala, la divinidad ilimitada; y, para la geometría, un signo que muestra a un hombre que señala el cielo y la tierra, indicando que uno es el reflejo del otro. Para Carlos Argentino Daneri, poeta presuntuoso y personaje secundario del relato, fue la fuente de su literatura ubicada en el vértice de un escalón aleatorio dentro de su casa.
Borges (personaje) no resuelve cómo llegó el Aleph a una de las muchas casas sudamericanas, ni el motivo por el cual Argentino Daneri nunca pudo agarrarlo en sus manos. Existen sucesos y razones que escapan del control de uno, como el hecho de que, al inicio del relato, deba narrar la muerte de Beatriz Viterbo, la mujer de quien Borges estaba enamorado. Sin embargo, sí relata cómo llega a conocer un Aleph (Borges sugiere que existen más e incluso que este es falso). Efectivamente, no haber podido amar a Beatriz y visitar su casa cada año en la fecha de su cumpleaños después de su muerte es el nexo triste y rosa (el amor) que lo conduce al Aleph: Beatriz era prima y amante de Argentino Daneri (Borges pudo verlo luego con a través de él). El lector sabrá que Argentino entablará una amistad ácida con Borges y acudirá a este cuando aquel reciba el comunicado de la demolición de su casa, lo que genera una serie de sucesos que permiten al Aleph revelarse en el relato.
El más grande de los escritores argentinos emprende la tarea de comunicar a través del lenguaje el encuentro con el todo, con todas las limitaciones de este y de los propios Borges (personaje y escritor). Como él sostiene, el lenguaje se desenvuelve gracias a su carácter sucesivo, un signo no significa nada sin el siguiente o sin él pretérito, como tampoco se concibe una idea sin un agregado de ideas ulteriores o la expectativa de que esta forme otras ideas. En efecto, “el inefable centro del relato” o la comunicación del contenido del Aleph, un punto del universo que contiene al propio universo desde todos los puntos, solo puede realizarse por una descripción sucesiva de lo que Borges vio. Esta parte del relato es de las más bellas prosas poéticas que se han escrito, cuyo extracto se lee en lo superior del presente texto.
¿Qué sucede después de ver el absoluto (poder verse muerto a uno mismo)? ¿Qué se siente? ¿temor?, ¿lástima?, ¿veneración?, ¿olvido?, ¿nada? Borges estudia ello y también pone en discusión sobre si el Aleph, lo que vio, es uno verdadero o falso. Lo cuestiona acerca de su posición con respecto a otros tipos de “Aleph”, cuando refiere que en la pared de la mezquita Amr, en El Cairo, se puede escuchar el absoluto, ¿a qué suena el todo? Las últimas palabras del Aleph delatan, sin embargo, que, a pesar del fascinante encuentro con el infinito, la nostalgia y el amor siguen presentes cuando Borges alude “perder, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz”, como la sensación de arena suave que discurre por las manos.
En definitiva, lo que sucedió en la Argentina de mediados del siglo XX, sin complejidades, fue la exposición de una de las mayores y más bellas aproximaciones de la literatura hacia el absoluto. Sean estas palabras dignas de Borges, de El Aleph y del infinito.